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Porque lo digo yo, que soy tu padre IV: Más vale tarde | Federico Firpo Bodner

Enfrentando-el-miedoHola otra vez, mi amor.

Por primera vez en los últimos cuatro años, desde que vos, sin saberlo, y yo, plenamente consciente, iniciamos esta tradición ridícula en la que cada año, para tu cumpleaños, te escribo una carta voraz y egoísta que no vas a leer hasta que seas grande, llego tarde a este encuentro impostergable, y por supuesto, me devora la culpa.

Todos los años espero con ansiedad el momento de sentarme a escribirte. Es un hito anual en el que vuelvo a pensarte desde el principio, como hijo y como persona, y vuelvo a pensarme a mí, como padre y como hombre. Es uno de los grandes momentos del año, porque aunque no lo creas, mi amor, una de las enormes frustraciones de la paternidad es, a veces,  no poder ser sincero con los hijos, en aras de su edad, de que no están listos, de todo lo que, supuestamente, no saben. Por eso este espacio, donde te digo ahora mismo las cosas que no puedo decirte, las que quiero que sepas en el futuro con palabras del presente, las que me prometo a mí mismo no permitir que caigan en el olvido.

Lo espero con ansiedad, te decía, y usualmente escribo esta carta varios días antes de que llegue tu cumpleaños.

¿Por qué este año no?

Sí, ya sé, los comodines para todo de los grandes: no tuve tiempo, tengo mucho trabajo, se me vino la fecha encima y qué se yo cuántas cosas.

Llevo tres días remoloneando, dando vueltas, retrasando el momento de sentarme frente a frente sin vos, un rato para los dos, a solas conmigo, y creo que es porque vos cumplís nueve y yo cumplí cuarenta. Entonces vos te hacés grande y yo me hago viejo. Son dos cosas difíciles de aceptar, a pesar de que disfruto de ambas.

Muchas veces relaté, en mis cartas pasadas, cómo tu llegada a mi vida me puso a prueba. Te conté la maravilla de amar por encima de uno mismo, y te hablé de los miedos, las noches sin dormir por el cargo de conciencia de estar forjando una vida con todos mis defectos y solamente algunas de mis virtudes, la soledad inmensa de saberte indefenso frente a las miserias de los adultos, y una y otra vez el amor que, una vez que parece que ya no puede crecer más, continúa rompiendo moldes y desbordándome. Los años de tu primera infancia, mi amor, fueron pura magia.

Y ahora, hoy aquí, mi amor, me toca empezar a hablarte de otros temas menos idílicos, más dolorosos, pero también importantes. Este último año, hijo, empezaste una preadolescencia vertiginosa y feroz. Y dejame confesarte que muchas veces no sé manejarlo. Tan pronto la niñez repleta de inocencia y felicidad instantánea ocupa tu sonrisa, iluminándome con destellos de tu sol privado, como un mandato ancestral te obliga a disentir con cualquier cosa que yo diga, a oponerte a mí, a pelear conmigo por la sola y simple razón de pelear, una necesidad ventral de enfrentarte, de plantarme cara y de librar batallas sin una guerra que les dé razón de ser.

Me agarraste desprevenido, mi amor. No estaba preparado para discutir de igual a igual, para buscarte la vuelta, para negociar contigo. Y una vez más, me sorprende tu potencia racional, la solidez de tus argumentos en el marco de tu propio sistema, la inmensidad de la frustración que te invade cuando sentís que no te entiendo o que no quiero entenderte, que no te escucho, que tus argumentos cuidadosamente elaborados se ven despatarrados por un manotazo homicida al grito de “Porque lo digo yo, que soy tu padre”. Creeme, hijo, que escucho, que cada una de tus pequeñas rebeliones me duele en las tripas, y que a veces el único camino que encuentro para ser capaz de lidiar con eso es mandarte a callar. Algunas veces porque no tengo paciencia, otras porque tus palabras me duelen de una forma que no serás capaz de imaginar hasta que seas padre, y otras simplemente porque estás jugando por instinto un juego con reglas muy claras, a pesar de que las desconozcas: vos como hijo estás obligado a disputarme el mando, y yo como padre estoy obligado a mantenerte en tu lugar. A veces, mi amor, no es una cuestión de argumentos, sino simplemente de roles. Vos tenés que atacarme, y yo tengo que defenderme sin herirte. Vos podés usar toda tu fuerza, y yo tengo que dosificar la mía, para que sea solamente un poquito más que la tuya, apenas lo justo para mantener el derecho a decidir sobre tu vida.

Pero esto, mi amor, nos está haciendo crecer a los dos. Yo no puedo más que sentirme orgulloso de vos, al ver cómo funciona tu cabeza, y al reconocer en las ganas de pelea de tu corazón mi propia rebeldía, al ver en tus ojos la misma llama que encendía los míos. En esos momentos, mi amor, descubro otra dimensión de la magia de la paternidad: mi hijo se está haciendo un hombre como yo. Y no importan los defectos ni las virtudes, ni los miedos ni los llantos, ni las horas que se van en peleas infames. Me importa saber que en tu pecho anida la rabia que me hizo ser quien soy, la pulsión vital contra la injusticia y el coraje para defenderse cuando es necesario. Me importa reconocer en tu mordida la fuerza de mis propias mandíbulas, y me enorgullece infinitamente que, aunque aún no puedas vencerme cuerpo a cuerpo, a tus tempranísimos nueve años ya seas capaz, a veces, de hacerme retroceder un par de pasos. Después habrá tiempo para que a todo ese corazón batallador le apliques correctamente una noción noble de lo que es justo y lo que no lo es ―y en cualquier caso, la mayor parte de eso es mi trabajo―, y de las cosas por las que vale la pena desatar la rabia y liberar el coraje, pero dejame decirte, mi amor, que estoy orgulloso de reconocer en vos que sos capaz de desatar la misma rebeldía que me hizo hombre a mí.

Y entonces pienso que tal vez por eso este año tardé un poco más en escribirte, mi amor. Porque los hombres estamos llamados a pelear un montón de batallas a lo largo de la vida, y en cada una de ellas un demonio que te atormenta desparece para siempre. Por eso, porque te adoro y porque siempre voy a tener este espacio para hablar con vos, de hombre a hombre y con el corazón en la mano, hoy quiero decirte que no dejes nunca de pelear tus batallas, y que cuando ―vas a ver que te sucederá― el miedo te impida empezar la pelea, respires hondo, retrocedas un par de pasos, y vuelvas a la carga una vez que te sientas preparado. Porque, mi amor, creeme que para decir lo que uno tiene que decir, para enfrentar lo que uno debe enfrentar, para matar los demonios que te hacen la vida difícil, siempre, pero siempre, más vale tarde. Ni siquiera pienso en el nunca.

 

Feliz cumpleaños

Te adora, Papá

Barcelona, 27 de junio de 2013

pilux

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16 Responses to Porque lo digo yo, que soy tu padre IV: Más vale tarde

  1. J dice:

    Firpo, se nota muchísimo cuando lo que escribes te agarra el estomago y el corazón. A veces hecho de menos currar contigo. Un abrazo.

  2. Ehurodice dice:

    GENIAL… YO LO VIVO DESDE LA OTRA VEREDA PARALELA EL CRIAR DOS HIJAS Y ME IDENTIFICO PLENAMENTE CON LO QUE INDICAS… ESAS LUCHAS DE PODERES CUANDO VEO QUE MI HIJITA MAYOR, SE VA CONVIRTIENDO POCO A POCO EN UNA MUJERCITA… SIENTES PENA POR LA INFANCIA QUE LAS VA ABANDONANDO POCO A POCO PERO TAMBIEN ALEGRÍA AL VER COMO SE VA TRANSFORMANDO CUAL CAPULLO EN MARIPOSA…. GRACIAS POR COMPARTIRLO….

  3. Flo dice:

    una hermosura total! me conmovió mucho…. como madre, como hermana y como tia de ese bombon!!

  4. comtessalys dice:

    Genial! Como siempre. Lo que sientes, eres capaz de plasmarlo con esa habilidad que posees y que me encantaría tener para poder decir siempre con acierto y sensibilidad lo que el corazón me dictara. Un abrazo.

  5. Damian dice:

    Muy bueno Fede!!!! es muy sincero y transparente; y como siempre le das en el clavo a muchas cosas, vamos a ver como lo llevo yo con mis tres princesas, que cuando pienso en el sangano que va a venir a mi casa se me hace un nudo en el estomago.

    segui escribiendo asi.

    Exitos

  6. VIDA dice:

    INDUDABLEMENTE NO PUEDO DEJAR DE SER TU FAN NUMERO UNO.
    CADA DIA DESCRIBES MAS CLARAMENTE LOS SENTIMIENTOS QUE ALBERGAN MUCHOS SERES HUMANOS, PERO NO ESTAN DOTADOS DE TU SENSIBILIDAD Y VERVORAGIA PARA ESCRIBIRLOS TQM. BESOS………………..

  7. Natalia dice:

    Hola pilo! Como estas? Soy Natalia, pareja de Lautaro, me recordas?
    Hermoso texto, lo leí un par de veces y me emociono mucho. Hermoso!

  8. ME MARAVILLA TU CAPACIDAD DE ESCRIBIR UNA VERDAD TAN INCUESTIONABLE QUE ESA DE SER PADRES, MAMA Y PAPA.ESA TAREA TAN DIFICIL PORQUE SI NOS EQUIVOCAMOS EN ALGO, ESTAREMOS MANDANDO AL MUNDO, UN SER SIN HORIZONTES, SIN RIQUEZA ESPIRITUAL. QUE DIFICIL SE ME HIZO CRIAR MIS DOS HIJAS!! Y QUE SI ME EQUIVOQUE? VAYA QUE SI!!! PERO AFORTUNADAMENTE TAMBIEN PRENDIERON MUCHAS NOCHES , ROBANDOLE AL DESCANSO HORAS!! PERO VALIO LA PENA DESPUES DE TODO.ME FASCINA COMO ESCRIBIS. ES APARENTEMENTE SIMPLE, PERO LA PROFUNDIDAD DE TUS PENSAMIENTOS HACEN QUE AUNQUE LA IDEA SEA COMPLICADA, UNO LA COMPRENDE NO CON EL INTELETO, SINO CON ELCORAZON!! SIN LLEGAR A LA CURSILERIA O LAS ETERNAS FRASES HECHAS.SOS UN EXCELENTE ESCRITOR. BESOS CRIS.

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