Warning: Creating default object from empty value in /home/customer/www/federicofirpobodner.com/public_html/wp-content/themes/platform/includes/class.layout.php on line 164
Ailóviu tri zóusands (Daniel X) | Federico Firpo Bodner

Hola, Hijo. Hola, mi amor. Ya me siento casi idiota hablándote como a un niño, casi empieza a parecerme fingido, impostado. Y no porque yo me sienta menos padre, sino porque te siento más hombre, porque con solo mirarte puedo ver en vos un avance de la persona que vas a ser, un anticipo de un ser humano al que no solamente me siento orgulloso de amar, sino también al que puedo admirar, al que puedo encontrar de hombre a hombre y con el que puedo permitirme una conexión real, humana, tierna y dolorosa a la vez.

            Y me emociona.

            Me emociona porque, si lo vemos de la forma más cruda posible, yo te hice. Mamá y yo te hicimos, los dos.

            Y es muy impresionante hacer a una persona. Primero es un bebé. Llora, duerme y caga. Después es un niño chiquito.

            Como niño chiquito, vos eras todo lo que un padre puede desear. Dulce, tierno, curioso, cariñoso, y con dos ojos enormes que me buscaban con admiración genuina, infinita, con un amor que no tiene traducción en la lengua de los hombres.

            Y después, un niño grande: “Papá, mira como corro / salto / juego / leo / resuelvo el cubo de rubik / me peleo con mi hermano / aprendo, aprendo, aprendo”. Fue un camino increíble, repleto de pequeñas emociones y enormes orgullos. Fue un tránsito hermoso. Y yo, mi amor, yo, hijito, también cambié un montón. También me equivoqué y aprendí y crecí.

            Y ahora, Enano Cabezón (te queda poco de las dos cosas, pero así te decía cuando eras muy muy chiquito), ahora cumplís trece años, y eso es un límite. Es casi el final de la niñez. Y es una frontera importante, mi amor, porque hoy el más chico de mis hijos deja de ser un niño, y entonces, como una serpiente mudando de piel, el padre que vive en mí tiene que eclosionar, tiene que emerger, tiene que ser válido y lo suficientemente hombre para acometer con solvencia esta nueva etapa.

            Ahora, mi amor, ya no soy el papá de dos niños que me idolatran y admiran, dispuestos a creer que todo lo que digo está respaldado por mis diez mandamientos propios, y escrito en piedra con el poder del rayo.

            Ahora soy un hombre mortal, indigno de sostener el martillo, que tiene que guiar como puede a dos jovencitos que se hacen hombres a toda velocidad. Dos adolescentes que lo enfrentan, lo cuestionan y lo desafían. Todos los días.

            ¿Y sabés un secreto, mi amor?

            Creo que es la mejor parte.

            No me malinterpretes. Fui el hombre más feliz del mundo la primera media hora de tu vida, teniéndote en brazos. Me morí de ternura oyéndote cantar un tango por primera vez. Se me derritió el alma viéndote crecer. Todas y cada una de las sonrisas que me regalaste en tu vida son ahora cicatrices translúcidas en mi piel, están en mí y me inundan los ojos de lágrimas cuando te pienso, cuando te adoro en silencio, aún cuando no estás acá para abrazarte.

            Pero aún así creo que es la mejor parte.

            ¿Y sabés por qué lo creo?

           Lo creo porque todos los días me sorprende tu hombría de bien, la agudeza de tu inteligencia, la enormidad de tu ternura y la empatía con la que ves el mundo. Lo creo porque mientras más crecés, más increíble me parece la persona que tengo ante mí, porque sos, sin discusión posible, producto de la educación que te dimos mamá y yo, y en esa enorme tarea que es educar a un ser humano, por lo que a mí me toca, me resulta increíblemente sorprendente sentir que sos mejor persona que yo, más humano, más sensible, más inteligente, con menos prejuicios, con más capacidad de amar. Y es tonto, porque difícilmente podrías haber aprendido todo eso si, de una forma u otra, el germen no viviese en mamá y en mí. Y sin embargo te miro y no puedo creerte, me sobrepasa la certeza de que, por vos mismo, fuiste, a tus trece años, mucho más allá de las fronteras hasta las que yo supe acompañarte.

            Y entonces mi amor, por suerte, me acuerdo de que te queda todavía mucho camino, de que me necesitás para que te guíe, para que te enseñe a sobrevivir en el mundo de los adultos, para que te acompañe cuando encuentres el primer amor, cuando descubras tu verdadera vocación, cuando se te destroce un sueño, cuando alcances una meta, cuando tengas en brazos a un hijo.

            Y sonrío y hago un esfuerzo para no dejar escapar una lágrima, porque sé que en lo que se refiere a ser buena persona, a amar a los demás, a no tener prejuicios, a hacer del mundo un lugar mejor para todos, poco puedo enseñarte ya, más bien al revés, mi amor, me toca mirarte a los ojos y agradecerte las cosas que estoy aprendiendo.

            Ya lo sé, me pongo sensiblero y un poco idiota. Me pasa cada vez que me siento a escribirte por tu cumple. Me pasa cada vez que me pienso como hombre y como padre. Pero lo sigo haciendo, con la cabeza bien alta y con orgullo, porque el hábito de la reflexión, mi amor, es de las pocas cosas que un hombre puede hacer para crecer y transformarse a sí mismo en una persona mejor.

            Hoy, una vez más, vamos a salir juntos a cenar. Vamos a celebrarte, como niño, como hijo, como adolescente y como hombre.

            Como mi hijo, quiero decirte que te adoro con todo lo que soy, con mis tripas, mi sangre y mi fuego.

            Como hombre, quiero decirte que te admiro, te respeto y te reconozco.

            Como adolescente, quiero decirte demasiadas cosas, pero no hay tiempo ni espacio en esta carta. Aún así, no puedo dejar de decirte que se avecina tormenta, que vas a padecer amores turbulentos, injusticias imperdonables y dolores profundos, pero todo pasa, y por suerte, mi amor, voy a estar aquí para acompañarte en este tramo.

            Y como niño, mi hijito, mi chiquitín, mi niño, solamente quiero decirte, parafraseando a Tony Stark, que “Ailóviu tri zóusands”.

            Vos sabés de que te hablo.

Barcelona, 16 de Octubre de 2019

Te adora, Papá

Tagged with:
 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: